Iba en un caballo café oscuro, bien grande y tiraba de las riendas para dar la vuelta en esa esquina, en esa población. Mi abuelo me bajaba del caballo porque yo sola con mis piernas cortas y mis nueve años no podía. Y yo era muy feliz, porque había andado a caballo, porque estaba con mis abuelos y porque era primavera.
Entonces me desperté en su cama, al frente del retraro de mi bisabuelo, en la cocina mi abuela hacía pino para las empanadas y mi abuelo estaba sentado frente a una radio en la que dejaba de sonar Gardel.
Yo aún tenía nueve años.