domingo, noviembre 09, 2008
jueves, agosto 07, 2008
Los Escombros.
Teníamos una banda sonora para los veranos, en un CD que de tanto escucharlo terminó por rayarse. Un mapa de rutas para febrero, 320 gramos de jurel enlatado y una taza de arroz para acompañarlo.
Teníamos viernes de comida mexicana y a veces sábados de ron. Teníamos un cenicero donde las colillas vivían hacinadas su muerte y dos camas nuevas para amarnos. Teníamos videos recurrentes para reír, para llorar, para recordarnos y para sentirnos compañeros y una película cargada de boleros para hacerla nuestra.
Teníamos un caleidoscopio, más suyo que mío, que era como la palabra guinda o como la palabra otoño. Teníamos muchas fotos y muchos libros que trajimos en mochilas. Olíamos a pizza, a cigarro, a café con medialunas y a hostel en la ropa y en el cuello y entre los dedos y los labios.
No teníamos reloj ni usábamos agenda, tampoco salíamos en auto ni viajábamos en avión. No teníamos regalos de aniversario ni tiempo para estar juntos.
Él tenía una melódica para asustar a su perrita y un repertorio de mentiras tontas e innecesarias que nunca me tragué y que nunca se lo dije porque me divertían. Tenía él también otro repertorio de verdades que venían después del segundo café o el segundo vaso de cerveza. Él tenía un puño izquierdo y unos ojos que lanzaban rebeldía.
Yo tenía ganas de aprender, tenía un vestido y un amor y a veces una indiferencia que mataba. Tenía pataletas y silencios y dolores de útero que desesperaban y que llegaban en momentos inoportunos, pero también lápices de colores para dibujarle un arcoiris y unas palabras rojas, por si necesitaba descansar y otras palabras negras, por si necesitaba levantarse.
Yo ahora tengo una bolsa de mate y una cajetilla de cigarros. Tengo buenas notas y buenos amigos. Tengo rutas para evitar otras rutas, canciones para evitar otras canciones, olores para evitar otros olores. Tengo un amigo, El Muerte, que me espera todos los días afuera de mi casa. Tengo el vestido, pero no tengo el amor. Tengo un rencor, una rabia, un nunca más, una vuelta de espalda, una vuelta de página y tengo una pena, una súplica, un sabor dulce, un llamado, una mesa servida; que cuando se juntan se arma la guerra o se arma el desvelo. Tengo una esperanza y por sobre todo, una desesperanza.
Teníamos viernes de comida mexicana y a veces sábados de ron. Teníamos un cenicero donde las colillas vivían hacinadas su muerte y dos camas nuevas para amarnos. Teníamos videos recurrentes para reír, para llorar, para recordarnos y para sentirnos compañeros y una película cargada de boleros para hacerla nuestra.
Teníamos un caleidoscopio, más suyo que mío, que era como la palabra guinda o como la palabra otoño. Teníamos muchas fotos y muchos libros que trajimos en mochilas. Olíamos a pizza, a cigarro, a café con medialunas y a hostel en la ropa y en el cuello y entre los dedos y los labios.
No teníamos reloj ni usábamos agenda, tampoco salíamos en auto ni viajábamos en avión. No teníamos regalos de aniversario ni tiempo para estar juntos.
Él tenía una melódica para asustar a su perrita y un repertorio de mentiras tontas e innecesarias que nunca me tragué y que nunca se lo dije porque me divertían. Tenía él también otro repertorio de verdades que venían después del segundo café o el segundo vaso de cerveza. Él tenía un puño izquierdo y unos ojos que lanzaban rebeldía.
Yo tenía ganas de aprender, tenía un vestido y un amor y a veces una indiferencia que mataba. Tenía pataletas y silencios y dolores de útero que desesperaban y que llegaban en momentos inoportunos, pero también lápices de colores para dibujarle un arcoiris y unas palabras rojas, por si necesitaba descansar y otras palabras negras, por si necesitaba levantarse.
Yo ahora tengo una bolsa de mate y una cajetilla de cigarros. Tengo buenas notas y buenos amigos. Tengo rutas para evitar otras rutas, canciones para evitar otras canciones, olores para evitar otros olores. Tengo un amigo, El Muerte, que me espera todos los días afuera de mi casa. Tengo el vestido, pero no tengo el amor. Tengo un rencor, una rabia, un nunca más, una vuelta de espalda, una vuelta de página y tengo una pena, una súplica, un sabor dulce, un llamado, una mesa servida; que cuando se juntan se arma la guerra o se arma el desvelo. Tengo una esperanza y por sobre todo, una desesperanza.
sábado, julio 05, 2008
martes, junio 17, 2008
Sefiní.
Basta por esta noche cierro
la puerta me pongo
el saco guardo
los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar.
Juan Gelman.
la puerta me pongo
el saco guardo
los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar.
Juan Gelman.
jueves, junio 12, 2008
Caminando en el frío.
Me bajé en Ñuble, como siempre que quiero que llegar luego a la casa. Una pena de mierda ya conocida volvía a perseguirme. Una pena negra, una pena puta. Pensé en que siempre que la Vale me ve así me da algo para “subir el azúcar”, entonces caminé hacia el poniente, todavía no estaba oscuro, quedaban azules y verdes y rojos y naranjos todavía el cielo. Iba en eso cuando choqué con un caballero que se estaba probando un sombrero en la feria que hay ahí a la salida del metro. “no es bueno que una señorita ande mirando el cielo”, me dijo. Yo no le dije nada, le sonreí pidiéndole disculpas y seguí caminando feria abajo, poniente abajo.
Me había olvidado del consejo de la Vale y el azúcar. Le compré un alfajor a una señora, ella me recomendó el alfajor de pie de limón, pero no, preferí el de manjar, el de “dulce de leche”, como los tenía que pedir allá, en los maxi kioscos.
Llegué al paradero, estaba lleno de gente. Me senté en el cemento de base de la reja de los Laboratorios Bagó. Me comí entero mi alfajor, como quien no come hace días.
- Señora, disculpe, pero ¿cuánto lleva esperando la micro?
- Mmm, como unos veinticinco minutos, ya debe estar por pasar, Lola.
Pero no pasó, al menos en cuarenta minutos no pasó. Frustrada, desganada, me puse a llorar, daba lo mismo porque para ese entonces ya si que estaba oscuro. Me sentí tonta ahí sentada, mi casa está a veinte minutos caminando a paso rápido. Me sequé las lágrimas con la manga de mi chaqueta verde, la manga derecha, que está impregnada a cigarro, el olor hizo que me levantara, prendiera un cigarro en el carrito de sopaipillas y me pusiera a caminar feria arriba, oriente arriba, Carlos Dittborn arriba.
Era una mierda el frío, era una mierda el dolor de útero, era una mierda verme ahí caminando sola y fumando.
Iba no sé a qué altura cuando veo a alguien caminando a mi dirección contraria. Abrigo negro, un polerón negro con gorro tapaba su cabeza, pañuelo palestino. Yo sabía que me miraba, aunque yo estuviera viéndolo a contraluz. No sé por qué me imaginé que ese hombre me iba a decir una pesadez, quizás fue porque caminaba muy decidido y yo iba como quebrándome por la calle. Me sequé disimuladamente las lágrimas y cuando abrí los ojos estaba en frente mío.
- Déjame pasar?
- Estay con pena?
- Déjame pasar?
En verdad estaba muy asustada. Me volvió a preguntar si estaba con pena y me puse a llorar. Cuando me preguntó si me podía acompañar yo no le contesté, quizás porque pensé que seguiría caminando hacia donde iba o quizás porque en realidad no quería estar sola.
- Cómo te llamay?
- Emilia y tú?
- Víctor Gerardo me puso mi vieja, pero me dicen Negro.
Me reí un poco, su nombre era demasiado ridículo y su apodo era muy poco original, por lo mismo pensé que también él estaba inventando su nombre, pero talvés no, talvés ese era su nombre y yo sólo me había puesto paranoica desde que lo vi.
Llegamos al semáforo de Los Jazmines y me dijo “yapo, cuéntame qué te pasa… si es que se puede saber, obvio”. Le hablé del desamor y de la soledad que sentía ahora… de que a veces lo extrañaba, pero que estaba segura de que él nunca volvería. Él me decía “que lata”, “pucha”, “tenis que estar tranquila”, hasta que en Marathon se paró en seco y me dijo “estoy puro hueviando, lo que pasa es que a mí me pasó algo parecido hace un tiempo y aún ando hueón, no me hagai caso porque yo se que no vai a estar tranquila en harto tiempo, te dejo acá, cuidate mucho y no importa el orgullo cuando todavía hay tiempo”. Y se fue, como si yo le hubiera contagiado la pena, como si yo sin quererlo le hubiera abierto alguna vieja herida. Me sentí tan mal, el quería tranquilizarme y yo lo apené. Y me puse a llorar, sentía que me iba a enfermar en cualquier momento, que tenía un poco de fiebre y me dolía la garganta. Y me fui pensando en Oscar, en mí, en el otoño, en Mayo, en Junio y en Víctor Gerardo, el “Negro” que se alejaba en el frío.
Me había olvidado del consejo de la Vale y el azúcar. Le compré un alfajor a una señora, ella me recomendó el alfajor de pie de limón, pero no, preferí el de manjar, el de “dulce de leche”, como los tenía que pedir allá, en los maxi kioscos.
Llegué al paradero, estaba lleno de gente. Me senté en el cemento de base de la reja de los Laboratorios Bagó. Me comí entero mi alfajor, como quien no come hace días.
- Señora, disculpe, pero ¿cuánto lleva esperando la micro?
- Mmm, como unos veinticinco minutos, ya debe estar por pasar, Lola.
Pero no pasó, al menos en cuarenta minutos no pasó. Frustrada, desganada, me puse a llorar, daba lo mismo porque para ese entonces ya si que estaba oscuro. Me sentí tonta ahí sentada, mi casa está a veinte minutos caminando a paso rápido. Me sequé las lágrimas con la manga de mi chaqueta verde, la manga derecha, que está impregnada a cigarro, el olor hizo que me levantara, prendiera un cigarro en el carrito de sopaipillas y me pusiera a caminar feria arriba, oriente arriba, Carlos Dittborn arriba.
Era una mierda el frío, era una mierda el dolor de útero, era una mierda verme ahí caminando sola y fumando.
Iba no sé a qué altura cuando veo a alguien caminando a mi dirección contraria. Abrigo negro, un polerón negro con gorro tapaba su cabeza, pañuelo palestino. Yo sabía que me miraba, aunque yo estuviera viéndolo a contraluz. No sé por qué me imaginé que ese hombre me iba a decir una pesadez, quizás fue porque caminaba muy decidido y yo iba como quebrándome por la calle. Me sequé disimuladamente las lágrimas y cuando abrí los ojos estaba en frente mío.
- Déjame pasar?
- Estay con pena?
- Déjame pasar?
En verdad estaba muy asustada. Me volvió a preguntar si estaba con pena y me puse a llorar. Cuando me preguntó si me podía acompañar yo no le contesté, quizás porque pensé que seguiría caminando hacia donde iba o quizás porque en realidad no quería estar sola.
- Cómo te llamay?
- Emilia y tú?
- Víctor Gerardo me puso mi vieja, pero me dicen Negro.
Me reí un poco, su nombre era demasiado ridículo y su apodo era muy poco original, por lo mismo pensé que también él estaba inventando su nombre, pero talvés no, talvés ese era su nombre y yo sólo me había puesto paranoica desde que lo vi.
Llegamos al semáforo de Los Jazmines y me dijo “yapo, cuéntame qué te pasa… si es que se puede saber, obvio”. Le hablé del desamor y de la soledad que sentía ahora… de que a veces lo extrañaba, pero que estaba segura de que él nunca volvería. Él me decía “que lata”, “pucha”, “tenis que estar tranquila”, hasta que en Marathon se paró en seco y me dijo “estoy puro hueviando, lo que pasa es que a mí me pasó algo parecido hace un tiempo y aún ando hueón, no me hagai caso porque yo se que no vai a estar tranquila en harto tiempo, te dejo acá, cuidate mucho y no importa el orgullo cuando todavía hay tiempo”. Y se fue, como si yo le hubiera contagiado la pena, como si yo sin quererlo le hubiera abierto alguna vieja herida. Me sentí tan mal, el quería tranquilizarme y yo lo apené. Y me puse a llorar, sentía que me iba a enfermar en cualquier momento, que tenía un poco de fiebre y me dolía la garganta. Y me fui pensando en Oscar, en mí, en el otoño, en Mayo, en Junio y en Víctor Gerardo, el “Negro” que se alejaba en el frío.
sábado, junio 07, 2008
Estados de Ánimo.
I
Me lo dijeron mil veces,
pero nunca quise poner atención.
Cuando vinieron los llantos
ya estabas muy dentro de mi corazón.
Te esperaba hasta muy tarde,
ningún reproche te hacía;
lo más que te preguntaba era que si me querías.
Y bajo tus besos en la madrugada,
sin que tú notaras la cruz de mi angustia,
solía cantar:
Te quiero más que a mis ojos,
te quiero más que a mi vida,
más que al aire que respiro
y más que a la madre mía.
Que se me paren los pulsos
si te dejo de querer,
que las campanas me doblen
si te falto alguna vez.
Eres mi vida y mi muerte,
te lo juro, compañero,
no debía de quererte... no debía de quererte
y sin embargo te quiero.
II
Este adiós no maquilla un hasta luego,
este nunca no esconde un ojalá,
estas cenizas no juegan con fuego,
este ciego no mira para atrás.
Este notario firma lo que escribo,
esta letra no la protestaré
ahorrate el acuso de recibo
estas vísperas son las de después.
A este ruido tan huérfano de padre
no voy a permitirle que taladre
un corazón podrido de latir.
Este pez ya no muere por tu boca,
este loco se va con otra loca,
estos ojos no lloran más por tí.
III
Luego de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama,
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventana donde agarrarse. Soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme ya sabes dónde estoy...
(vivo en el número 7, calle melancolía)
Sabina es mi pastor...
martes, junio 03, 2008
Con la Frente Marchita.
Porque uno es torpe, torpe por sobre todas las cosas y no puede dejar de hablar desde la rabia, desde la pena, desde los cigarros, desde el alcohol, desde la desolación y la desilusión. Porque uno se encuentra terriblemente solo y después encuentra que es una tontera, que hay que limpiarse y dejar de hablar de Benedetti, dejar de leer a Onetti, que desespera a veces "Dejemos Hablar al Viento", que hay que dejar que termine de desaparecer la rabia que da el que no le hayan dado la cara a uno, que hayan arrojado tus fuerzas lejos, la rabia que da toda esta cobardía que una no eligió, que queda poco para eso, pero que de vez en cuando la rabia está y se va y está, pero por mucha rabia uno no es capaz de odiar, ese odio fascista no lo quiero para mí, por eso hay que dejar... hay que dejarse de llorar por la mierda, hay que dejar de emborracharse y si en estos días se hace inevitable, al menos hay que dejar de mirarse al espejo cuando uno ha llorado o cuando uno no contiene los espasmos que causan el nivel de alcohol de la noche anterior.
Porque uno no puede olvidar, por sobre todas las cosas uno no tiene esa capacidad y aunque uno "cruz pal' cielo que no lo pesco más, cruz pal' cielo que me olvido, cruz pal' cielo que sigo con mi vida...", uno sabe que es mentira y es que uno ni siquiera cree en dios y menos en las cruces pal' cielo, entonces uno no se olvida. Y así uno se descubre a las 5.30 de la mañana diciendo en voz baja Loco, loquito loco, pesadillo, longi de mi corazón, arcoiris, panqueque, cochinito, amor de mi vida, chinito, bonito... bonito y libre, regalón, mi puño izquierdo, flacucho... foquita flaca...¿Dónde estás?, ¿Dónde estás?, ¿Dónde decidiste estar?.
Entonces no hay como no volverse un poco loca todos los días, morirse de dolor un poco más todos los días. No hay forma, las tácticas de olvido yo no las manejo, me declaro torpe, incompetente, porque uno tampoco quiere estar borracha todos los días, gastarse las últimas monedas en cigarros, estar con una cara y con otra en una cama y en otra, no hay nada más lejos de ser capaz de algo así.
Porque uno está solo, solo por sobre todas las cosas.
Porque uno no puede olvidar, por sobre todas las cosas uno no tiene esa capacidad y aunque uno "cruz pal' cielo que no lo pesco más, cruz pal' cielo que me olvido, cruz pal' cielo que sigo con mi vida...", uno sabe que es mentira y es que uno ni siquiera cree en dios y menos en las cruces pal' cielo, entonces uno no se olvida. Y así uno se descubre a las 5.30 de la mañana diciendo en voz baja Loco, loquito loco, pesadillo, longi de mi corazón, arcoiris, panqueque, cochinito, amor de mi vida, chinito, bonito... bonito y libre, regalón, mi puño izquierdo, flacucho... foquita flaca...¿Dónde estás?, ¿Dónde estás?, ¿Dónde decidiste estar?.
Entonces no hay como no volverse un poco loca todos los días, morirse de dolor un poco más todos los días. No hay forma, las tácticas de olvido yo no las manejo, me declaro torpe, incompetente, porque uno tampoco quiere estar borracha todos los días, gastarse las últimas monedas en cigarros, estar con una cara y con otra en una cama y en otra, no hay nada más lejos de ser capaz de algo así.
Porque uno está solo, solo por sobre todas las cosas.
viernes, mayo 23, 2008
Soledades.
Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
seria semejante a nuestra breve
presoledad
después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad
ya se que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente solo en el mundo
sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en esa sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo
los datos objetivos son como sigue
hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos
claro que la soledad no viene sola
si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se vera un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente
después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad
conforme
pero
que vendrá después
de la soledad
a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si se
que mas allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estas vos
aunque sea preguntándote a solas
que vendrá después
de la soledad.
Mario Benedetti.
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
seria semejante a nuestra breve
presoledad
después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad
ya se que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente solo en el mundo
sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en esa sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo
los datos objetivos son como sigue
hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos
claro que la soledad no viene sola
si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se vera un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente
después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad
conforme
pero
que vendrá después
de la soledad
a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si se
que mas allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estas vos
aunque sea preguntándote a solas
que vendrá después
de la soledad.
Mario Benedetti.
jueves, mayo 22, 2008
sábado, mayo 03, 2008
32.
Bebé Rocamadour, bebé bebé, Rocamadour:
Rocamadour, ya sé que es como un espejo. Estás durmiendo o mirándote los piés. Yo aquí sostengo un espejo y creo que sos vos. Pero no lo creo, te escribo porque no sabés leer. Si supieras no te escribiría o te escribiría cosas importantes. Alguna vez tendré que escribirte que te portes bien o que te abrigues. Parece increíble que alguna vez, Rocamadour. Ahora solamente te escribo en el espejo, de vez en cuando tengo que secarme el dedo porque se moja de lágrimas. ¿Por qué, Rocamadour? No estoy triste, tu mamá es una pavota, se me fue al fuego el borsch que había hecho para Horacio; vos sabés quién es Horacio, Rocamadour, el señor que el domingo te llevó un conejito de terciopelo y que se aburría mucho porque vos y yo nos estábamos diciendo tantas cosas y él quería volver a París; entonces te pusiste a llorar y él te mostró cómo el conejito movía las orejas; en ese momento estaba hermoso, quiero decir Horacio, algún día comprenderás, Rocamadour.
Rocamadour, es idiota llorar así porque el borsch se ha ido al fuego. La pieza está llena de remolacha, Rocamadour, te divertirías si vieras los pedazos de remolacha y la crema, todo tirado en el suelo. Menos mal que cuando venga Horacio ya habré limpiado, pero primero tenía que escribirte, llorar así es tan tonto, las cacerolas se ponen blandas, se ven como halos en los vidrios de la ventana, y ya no se oye cantar a la chica del piso de arriba que canta todo el día Les amants du Havre. Cuando estemos juntos te lo cantaré, verás. Puisque la terre est ronde, mon amour t'en fais pas, mon amour, t'en fais pas... Horacio lo silva de noche cuando escribe o dibuja. A ti te gustaría, Rocamadour. A vos te gustaría. Horacio se pone furioso porque me gusta hablar de tú como Perico, pero en el Uruguay es distinto. Perico es el señor que no te llevó nada el otro día, pero que hablaba tanto de los niños y la alimentación. Sabe muchas cosas, un día le tendrás mucho respeto, Rocamadour y serás un tonto si le tienes respeto. Si le tenés, si le tenés respeto, Rocamadour.
Rocamadour, madame Irène no está contenta de que seas tan lindo, tan alegre, tan llorón y gritón y meón. Ella dice que todo está muy bien y que eres un niño encantador, pero mientras habla esconde las manos en los bolsillos del delantal como hacen algunos animales malignos, Rocamadour, y eso me da miedo. Cuando se lo dije a Horacio, se reía mucho, pero no se da cuenta de que yo lo siento, y que aunque no haya ningún animal maligno que esconde las manos, yo siento, no sé lo que siento, no lo puedo explicar. Rocamadour, si en tus ojitos pudiera leer lo que te ha pasado en esos quince días, momento por momento. Me parece que voy a buscar otra nourrice aunque Horacio se ponga furioso y diga, pero a ti no te interesa lo que el dice de mí. Otra nourrice que hable menos, no importa si dice que eres malo o que lloras de noche o que no quieres comer, no importa si cuando me lo dice yo siento que no es maligna, que me está diciendo algo que no puede dañarte. Todo es tan raro, Rocamadour, por ejemplo me gusta decir tu nombre y escribirlo, cada vez me parece que te toco la punta de la nariz y que te reís, en cambio madame Irène no te llama nunca por tu nombre, dice l'enfant, fijate, ni siquiera le gosse, dice l'enfant, es como si quisiera guantes de goma para hablar, a lo mejor los tiene puestos y por eso mete las manos en los bolsillos y dice que sos tan bueno y tan bonito.
Hay una cosa que se llama tiempo, Rocamadour, es como un bicho que anda y anda. No te puedo explicar porque eres tan chico, pero quiero decir que Horacio llegará enseguida. ¿Le dejo leer mi carta para que él también te diga alguna cosa? No, yo tampoco querría que nadie leyera una carta que es solamente para mí. Un gran secreto entre los dos, Rocamadour. Ya no lloro más, estoy contenta, pero es tan difícil entender las cosas, necesito tanto tiempo para entender eso que Horacio y los otros entienden enseguida, pero ellos que todo lo entienden tan bien no te pueden entender ni a ti ni a mí, no entienden que yo no puedo tenerte conmigo, darte de comer y cambiarte los pañales, hacerte dormir o jugar, no entienden y en realidad no les importa, y a mí que tanto me importa solamente se que no te puedo tener conmigo, que es malo para los dos, que tengo que estar sola con Horacio, vivir con Horacio, quién sabe hasta cuándo ayudándolo a buscar lo que el busca y que tú también buscarás, Rocamadour, porque serás un hombre y también buscarás como un gran tonto.
Es así, Rocamadour: en París somos como hongos, crecemos en los pasamanos de las escaleras, en piezas oscuras donde huele a sebo, donde la gente hace todo el tiempo el amor y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi, enciende los cigarrillos y habla como Horacio y Gregorovius y Wong y yo, Rocamadour, y como Perico y como Ronald y Babs, todos hacemos el amor y freimos huevos y fumamos, ah, no puedes saber todo lo que fumamos, todo lo que hacemos el amor, parados, acostados, de rodillas, con las manos, con las bocas, llorando o cantando, y afuera hay de todo, las ventanas dan al aire y eso empieza con un gorrión o con una gotera, llueve muchísimo aquí, Rocamadour, mucho más que en el campo, y las cosas se herrumban, las canaletas, las patas de las palomas, los alambres con los que Horacio hace esculturas. Casi no tenemos ropa, nos arreglamos con tan poco, un buen abrigo, unos zapatos en los que no entre agua, somos muy sucios, todo el mundo es muy sucio y muy hermoso en París, Rocamadour, las camas huelen a noche y a sueño pesado, debajo hay pelusas y libros, Horacio se duerme y el libro va a parar debajo de la cama, hay peleas terribles porque los libros no aparecen y Horacio cree que se los ha robado Ossip, hasta que un día aparecen y nos reímos, y casi no hay sitio para poner nada, ni siquiera otro par de zapatos, Rocamadour, para poner una palangana en el suelo hay que sacar el tocadiscos, pero dónde ponerlo si la mesa está llena de libros. Yo no te podría tener aquí, aunque seas tan pequeño no cabrías en ninguna parte, te golpearías contra las paredes. Cuando pienso en eso me pongo a llorar, Horacio no entiende, cree que soy mala, que hago mal en no traerte, aunque se que no te aguantaría mucho tiempo. Nadie se aguanta aquí mucho tiempo, ni siquiera tú y yo, hay que vivr combatiéndose, es la ley, la única manera que vale la pena pero duele, Rocamadour, y es sucio y amargo, a tí no te gustaría, tú que ves a veces los corderitos en los campos, o que oyes los pájaros parados en la veleta de la casa. Horacio me trata de sentimental, me trata de materialista, me trata de todo porque no te traigo o porque quiero traerte, porque renuncio, porque quiero ir a verte, porque de golpe comprendo que no puedo ir, porque soy capaz de caminar una hora bajo el agua si en algún barrio que no conozco pasan Potemkin y hay que verlo aunque se caiga el mundo, Rocamadour, porque el mundo ya no importa si uno no tiene fuerzas para seguir eligiendo algo verdadero, si uno se ordena como un cajón de la cómoda y te pone a tí de un lado, el domingo del otro, el amor de madre, el juguete nuevo, la gare de Montparnasse, el tren, la visita que hay que hacer. No me da la gana de ir, Rocamadour, y tú sabes que está bien y no estás triste. Horacio tiene razón, no me importa nada de tí a veces, y creo que eso me lo agradecerás un día cuando comprendas, cuando veas que valía la pena que yo fuera como soy. Pero lloro lo mismo, Rocamadour, y te escribo esta carta porque no sé, porque a lo mejor me equivoco, a lo mejor soy mala o estoy enferma o un poco idiota, no mucho, un poco pero eso es terrible, la sola idea me da cólicos, tengo completamente metidos para adentro los dedos de los pies, voy a reventar los zapatos si no me los saco, y te quiero tanto, Rocamadour, bebé Rocamadour, dientecito de ajo, te quiero tanto, nariz de azúcar, arbolito, caballito de juguete...
Capítulo 32 de Rayuela. Julio Cortázar.
Rocamadour, ya sé que es como un espejo. Estás durmiendo o mirándote los piés. Yo aquí sostengo un espejo y creo que sos vos. Pero no lo creo, te escribo porque no sabés leer. Si supieras no te escribiría o te escribiría cosas importantes. Alguna vez tendré que escribirte que te portes bien o que te abrigues. Parece increíble que alguna vez, Rocamadour. Ahora solamente te escribo en el espejo, de vez en cuando tengo que secarme el dedo porque se moja de lágrimas. ¿Por qué, Rocamadour? No estoy triste, tu mamá es una pavota, se me fue al fuego el borsch que había hecho para Horacio; vos sabés quién es Horacio, Rocamadour, el señor que el domingo te llevó un conejito de terciopelo y que se aburría mucho porque vos y yo nos estábamos diciendo tantas cosas y él quería volver a París; entonces te pusiste a llorar y él te mostró cómo el conejito movía las orejas; en ese momento estaba hermoso, quiero decir Horacio, algún día comprenderás, Rocamadour.
Rocamadour, es idiota llorar así porque el borsch se ha ido al fuego. La pieza está llena de remolacha, Rocamadour, te divertirías si vieras los pedazos de remolacha y la crema, todo tirado en el suelo. Menos mal que cuando venga Horacio ya habré limpiado, pero primero tenía que escribirte, llorar así es tan tonto, las cacerolas se ponen blandas, se ven como halos en los vidrios de la ventana, y ya no se oye cantar a la chica del piso de arriba que canta todo el día Les amants du Havre. Cuando estemos juntos te lo cantaré, verás. Puisque la terre est ronde, mon amour t'en fais pas, mon amour, t'en fais pas... Horacio lo silva de noche cuando escribe o dibuja. A ti te gustaría, Rocamadour. A vos te gustaría. Horacio se pone furioso porque me gusta hablar de tú como Perico, pero en el Uruguay es distinto. Perico es el señor que no te llevó nada el otro día, pero que hablaba tanto de los niños y la alimentación. Sabe muchas cosas, un día le tendrás mucho respeto, Rocamadour y serás un tonto si le tienes respeto. Si le tenés, si le tenés respeto, Rocamadour.
Rocamadour, madame Irène no está contenta de que seas tan lindo, tan alegre, tan llorón y gritón y meón. Ella dice que todo está muy bien y que eres un niño encantador, pero mientras habla esconde las manos en los bolsillos del delantal como hacen algunos animales malignos, Rocamadour, y eso me da miedo. Cuando se lo dije a Horacio, se reía mucho, pero no se da cuenta de que yo lo siento, y que aunque no haya ningún animal maligno que esconde las manos, yo siento, no sé lo que siento, no lo puedo explicar. Rocamadour, si en tus ojitos pudiera leer lo que te ha pasado en esos quince días, momento por momento. Me parece que voy a buscar otra nourrice aunque Horacio se ponga furioso y diga, pero a ti no te interesa lo que el dice de mí. Otra nourrice que hable menos, no importa si dice que eres malo o que lloras de noche o que no quieres comer, no importa si cuando me lo dice yo siento que no es maligna, que me está diciendo algo que no puede dañarte. Todo es tan raro, Rocamadour, por ejemplo me gusta decir tu nombre y escribirlo, cada vez me parece que te toco la punta de la nariz y que te reís, en cambio madame Irène no te llama nunca por tu nombre, dice l'enfant, fijate, ni siquiera le gosse, dice l'enfant, es como si quisiera guantes de goma para hablar, a lo mejor los tiene puestos y por eso mete las manos en los bolsillos y dice que sos tan bueno y tan bonito.
Hay una cosa que se llama tiempo, Rocamadour, es como un bicho que anda y anda. No te puedo explicar porque eres tan chico, pero quiero decir que Horacio llegará enseguida. ¿Le dejo leer mi carta para que él también te diga alguna cosa? No, yo tampoco querría que nadie leyera una carta que es solamente para mí. Un gran secreto entre los dos, Rocamadour. Ya no lloro más, estoy contenta, pero es tan difícil entender las cosas, necesito tanto tiempo para entender eso que Horacio y los otros entienden enseguida, pero ellos que todo lo entienden tan bien no te pueden entender ni a ti ni a mí, no entienden que yo no puedo tenerte conmigo, darte de comer y cambiarte los pañales, hacerte dormir o jugar, no entienden y en realidad no les importa, y a mí que tanto me importa solamente se que no te puedo tener conmigo, que es malo para los dos, que tengo que estar sola con Horacio, vivir con Horacio, quién sabe hasta cuándo ayudándolo a buscar lo que el busca y que tú también buscarás, Rocamadour, porque serás un hombre y también buscarás como un gran tonto.
Es así, Rocamadour: en París somos como hongos, crecemos en los pasamanos de las escaleras, en piezas oscuras donde huele a sebo, donde la gente hace todo el tiempo el amor y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi, enciende los cigarrillos y habla como Horacio y Gregorovius y Wong y yo, Rocamadour, y como Perico y como Ronald y Babs, todos hacemos el amor y freimos huevos y fumamos, ah, no puedes saber todo lo que fumamos, todo lo que hacemos el amor, parados, acostados, de rodillas, con las manos, con las bocas, llorando o cantando, y afuera hay de todo, las ventanas dan al aire y eso empieza con un gorrión o con una gotera, llueve muchísimo aquí, Rocamadour, mucho más que en el campo, y las cosas se herrumban, las canaletas, las patas de las palomas, los alambres con los que Horacio hace esculturas. Casi no tenemos ropa, nos arreglamos con tan poco, un buen abrigo, unos zapatos en los que no entre agua, somos muy sucios, todo el mundo es muy sucio y muy hermoso en París, Rocamadour, las camas huelen a noche y a sueño pesado, debajo hay pelusas y libros, Horacio se duerme y el libro va a parar debajo de la cama, hay peleas terribles porque los libros no aparecen y Horacio cree que se los ha robado Ossip, hasta que un día aparecen y nos reímos, y casi no hay sitio para poner nada, ni siquiera otro par de zapatos, Rocamadour, para poner una palangana en el suelo hay que sacar el tocadiscos, pero dónde ponerlo si la mesa está llena de libros. Yo no te podría tener aquí, aunque seas tan pequeño no cabrías en ninguna parte, te golpearías contra las paredes. Cuando pienso en eso me pongo a llorar, Horacio no entiende, cree que soy mala, que hago mal en no traerte, aunque se que no te aguantaría mucho tiempo. Nadie se aguanta aquí mucho tiempo, ni siquiera tú y yo, hay que vivr combatiéndose, es la ley, la única manera que vale la pena pero duele, Rocamadour, y es sucio y amargo, a tí no te gustaría, tú que ves a veces los corderitos en los campos, o que oyes los pájaros parados en la veleta de la casa. Horacio me trata de sentimental, me trata de materialista, me trata de todo porque no te traigo o porque quiero traerte, porque renuncio, porque quiero ir a verte, porque de golpe comprendo que no puedo ir, porque soy capaz de caminar una hora bajo el agua si en algún barrio que no conozco pasan Potemkin y hay que verlo aunque se caiga el mundo, Rocamadour, porque el mundo ya no importa si uno no tiene fuerzas para seguir eligiendo algo verdadero, si uno se ordena como un cajón de la cómoda y te pone a tí de un lado, el domingo del otro, el amor de madre, el juguete nuevo, la gare de Montparnasse, el tren, la visita que hay que hacer. No me da la gana de ir, Rocamadour, y tú sabes que está bien y no estás triste. Horacio tiene razón, no me importa nada de tí a veces, y creo que eso me lo agradecerás un día cuando comprendas, cuando veas que valía la pena que yo fuera como soy. Pero lloro lo mismo, Rocamadour, y te escribo esta carta porque no sé, porque a lo mejor me equivoco, a lo mejor soy mala o estoy enferma o un poco idiota, no mucho, un poco pero eso es terrible, la sola idea me da cólicos, tengo completamente metidos para adentro los dedos de los pies, voy a reventar los zapatos si no me los saco, y te quiero tanto, Rocamadour, bebé Rocamadour, dientecito de ajo, te quiero tanto, nariz de azúcar, arbolito, caballito de juguete...
Capítulo 32 de Rayuela. Julio Cortázar.
miércoles, marzo 26, 2008
Terapia.
(o Calentura de Invierno)
-Hola, me llamo Pabla...
-HOLA, PABLA!
-les daré mi testimonio, desde chica me enfermo en malas fechas o me enfermo de varias cosas a la vez. Con apenas catorce años me empezaron a diagnosticar enfermedades hormonales que se hicieron una GRAN pelota de nieve al punto de que hoy, no tengo un diagnóstico claro... la verdad es esta (aunque cueste reconocer el poco empeño que pusieron en uno)... NO SOY MÁS QUE EL PRODUCTO DE UNA CALENTURA DE INVIERNO DE UN MATRIMONIO JOVEN !
-(aplausos)
martes, marzo 11, 2008
Recurso Nocturno.
Cuando era una niña de 6 o 7 años me costaba mucho dormirme, sobre todo los domingos en la noche. Yo era una niña muy buena, de esas que no pelean con sus amigos, no dicen groserías y no se quedan con el vuelto del pan.
Encontré un recurso nocturno, que se parecía a contar ovejas, pero que no tenía que ver con ovejas. Era un doble recurso nocturno, porque además de dormirme lograba liberarme un ratito de ese papel -muy molesto, a veces- de ser una niña buena.
Hueón, hueona, puta, mierda, ahueonao, saco de hueas, cabrón, chuchesumadre, conchetumadre, maraca, maraco, maricón, culiao', culiá, culo, pico, zorra, chupapico, chucha, cagao, cagaste, cagamos...
Encontré un recurso nocturno, que se parecía a contar ovejas, pero que no tenía que ver con ovejas. Era un doble recurso nocturno, porque además de dormirme lograba liberarme un ratito de ese papel -muy molesto, a veces- de ser una niña buena.
Hueón, hueona, puta, mierda, ahueonao, saco de hueas, cabrón, chuchesumadre, conchetumadre, maraca, maraco, maricón, culiao', culiá, culo, pico, zorra, chupapico, chucha, cagao, cagaste, cagamos...
lunes, enero 21, 2008
Seríamos un puño.
... Seríamos un puño
Contra el silencio seco de la noche, y de pronto...
Un fragmento silencioso de noche nos golpeó secamente...
... Me bastó la mitad de un momento para que tu tibieza,
Tu rumbo cálido hacia el día, anidaran en mí, para decirme que aún permanezco,
Que inevitablemente te quedarás en mí, aunque no habites nunca mis otoños...
Aunque ni sepas, ni mires, ni compartas
El ventarrón oscuro de mi tristeza desatada, de mi coraje
Y mi beso, congelados, mudos
De este tiempo terrible, de no poder decir que te quiero
(y te quiero
Desde hace un tiempo-nostalgia-soledad (enmudecido por mis letras
tristes)
(Y me parece que la vida nueva
Requiere de este romperce a pedacitos moribundos... )
...Y hoy no se qué pensar de este dolor profundo de nostalgia
Que me triza el costado, la herida enamorada de viajarme
Al territorio triste de lo que no conozco.
Creo que ya no pienso más en mí... (yo no había pensado
nunca en otra cosa...)
Habitaré la casa chiquitita de mi pena, contemplando y bebiendo
la frutal acogida, en los estambres verdes de la rosa escencial,
De la ternura patria que brillara algún día...
... te llevaré conmigo (aunque nunca lo sepas) abrazándome siempre,
Entibiando tus manos heladas desde siempre, desde antes de mis manos
(... hechas para las tuyas, se me ocurre... de tiempo y de nostalgia...)
Y me hablará tu boca de cómo hacer el mundo para el color naciente
(... yo no la besé nunca, de no vivir entre tus labios de semilla,
se me muere la risa entre los dientes tristes...)
De cómo abrigarme en tu sonrisa cristalina contra el invierno sollozante.
Ya no se qué decir...
... que dolor de nostalgia en el costado !!!!
(... )
(...seríamos un puño...
Y tú no lo sabrás hasta que la mañana
Se duerma alegre entre jardines de sonrisas
... o quizás nunca sepas de mis angustias tiernas por no poder tomar
Tu mano y no soltarte
Hacia la roja flor de primavera..).
Pato Cruz. Otoño '90.
Contra el silencio seco de la noche, y de pronto...
Un fragmento silencioso de noche nos golpeó secamente...
... Me bastó la mitad de un momento para que tu tibieza,
Tu rumbo cálido hacia el día, anidaran en mí, para decirme que aún permanezco,
Que inevitablemente te quedarás en mí, aunque no habites nunca mis otoños...
Aunque ni sepas, ni mires, ni compartas
El ventarrón oscuro de mi tristeza desatada, de mi coraje
Y mi beso, congelados, mudos
De este tiempo terrible, de no poder decir que te quiero
(y te quiero
Desde hace un tiempo-nostalgia-soledad (enmudecido por mis letras
tristes)
(Y me parece que la vida nueva
Requiere de este romperce a pedacitos moribundos... )
...Y hoy no se qué pensar de este dolor profundo de nostalgia
Que me triza el costado, la herida enamorada de viajarme
Al territorio triste de lo que no conozco.
Creo que ya no pienso más en mí... (yo no había pensado
nunca en otra cosa...)
Habitaré la casa chiquitita de mi pena, contemplando y bebiendo
la frutal acogida, en los estambres verdes de la rosa escencial,
De la ternura patria que brillara algún día...
... te llevaré conmigo (aunque nunca lo sepas) abrazándome siempre,
Entibiando tus manos heladas desde siempre, desde antes de mis manos
(... hechas para las tuyas, se me ocurre... de tiempo y de nostalgia...)
Y me hablará tu boca de cómo hacer el mundo para el color naciente
(... yo no la besé nunca, de no vivir entre tus labios de semilla,
se me muere la risa entre los dientes tristes...)
De cómo abrigarme en tu sonrisa cristalina contra el invierno sollozante.
Ya no se qué decir...
... que dolor de nostalgia en el costado !!!!
(... )
(...seríamos un puño...
Y tú no lo sabrás hasta que la mañana
Se duerma alegre entre jardines de sonrisas
... o quizás nunca sepas de mis angustias tiernas por no poder tomar
Tu mano y no soltarte
Hacia la roja flor de primavera..).
Pato Cruz. Otoño '90.