martes, junio 17, 2008

Sefiní.

Basta por esta noche cierro
la puerta me pongo
el saco guardo
los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar.


Juan Gelman.

jueves, junio 12, 2008

Caminando en el frío.

Me bajé en Ñuble, como siempre que quiero que llegar luego a la casa. Una pena de mierda ya conocida volvía a perseguirme. Una pena negra, una pena puta. Pensé en que siempre que la Vale me ve así me da algo para “subir el azúcar”, entonces caminé hacia el poniente, todavía no estaba oscuro, quedaban azules y verdes y rojos y naranjos todavía el cielo. Iba en eso cuando choqué con un caballero que se estaba probando un sombrero en la feria que hay ahí a la salida del metro. “no es bueno que una señorita ande mirando el cielo”, me dijo. Yo no le dije nada, le sonreí pidiéndole disculpas y seguí caminando feria abajo, poniente abajo.

Me había olvidado del consejo de la Vale y el azúcar. Le compré un alfajor a una señora, ella me recomendó el alfajor de pie de limón, pero no, preferí el de manjar, el de “dulce de leche”, como los tenía que pedir allá, en los maxi kioscos.

Llegué al paradero, estaba lleno de gente. Me senté en el cemento de base de la reja de los Laboratorios Bagó. Me comí entero mi alfajor, como quien no come hace días.

- Señora, disculpe, pero ¿cuánto lleva esperando la micro?
- Mmm, como unos veinticinco minutos, ya debe estar por pasar, Lola.

Pero no pasó, al menos en cuarenta minutos no pasó. Frustrada, desganada, me puse a llorar, daba lo mismo porque para ese entonces ya si que estaba oscuro. Me sentí tonta ahí sentada, mi casa está a veinte minutos caminando a paso rápido. Me sequé las lágrimas con la manga de mi chaqueta verde, la manga derecha, que está impregnada a cigarro, el olor hizo que me levantara, prendiera un cigarro en el carrito de sopaipillas y me pusiera a caminar feria arriba, oriente arriba, Carlos Dittborn arriba.

Era una mierda el frío, era una mierda el dolor de útero, era una mierda verme ahí caminando sola y fumando.

Iba no sé a qué altura cuando veo a alguien caminando a mi dirección contraria. Abrigo negro, un polerón negro con gorro tapaba su cabeza, pañuelo palestino. Yo sabía que me miraba, aunque yo estuviera viéndolo a contraluz. No sé por qué me imaginé que ese hombre me iba a decir una pesadez, quizás fue porque caminaba muy decidido y yo iba como quebrándome por la calle. Me sequé disimuladamente las lágrimas y cuando abrí los ojos estaba en frente mío.

- Déjame pasar?
- Estay con pena?
- Déjame pasar?

En verdad estaba muy asustada. Me volvió a preguntar si estaba con pena y me puse a llorar. Cuando me preguntó si me podía acompañar yo no le contesté, quizás porque pensé que seguiría caminando hacia donde iba o quizás porque en realidad no quería estar sola.

- Cómo te llamay?
- Emilia y tú?
- Víctor Gerardo me puso mi vieja, pero me dicen Negro.

Me reí un poco, su nombre era demasiado ridículo y su apodo era muy poco original, por lo mismo pensé que también él estaba inventando su nombre, pero talvés no, talvés ese era su nombre y yo sólo me había puesto paranoica desde que lo vi.

Llegamos al semáforo de Los Jazmines y me dijo “yapo, cuéntame qué te pasa… si es que se puede saber, obvio”. Le hablé del desamor y de la soledad que sentía ahora… de que a veces lo extrañaba, pero que estaba segura de que él nunca volvería. Él me decía “que lata”, “pucha”, “tenis que estar tranquila”, hasta que en Marathon se paró en seco y me dijo “estoy puro hueviando, lo que pasa es que a mí me pasó algo parecido hace un tiempo y aún ando hueón, no me hagai caso porque yo se que no vai a estar tranquila en harto tiempo, te dejo acá, cuidate mucho y no importa el orgullo cuando todavía hay tiempo”. Y se fue, como si yo le hubiera contagiado la pena, como si yo sin quererlo le hubiera abierto alguna vieja herida. Me sentí tan mal, el quería tranquilizarme y yo lo apené. Y me puse a llorar, sentía que me iba a enfermar en cualquier momento, que tenía un poco de fiebre y me dolía la garganta. Y me fui pensando en Oscar, en mí, en el otoño, en Mayo, en Junio y en Víctor Gerardo, el “Negro” que se alejaba en el frío.

sábado, junio 07, 2008

Estados de Ánimo.

I
Me lo dijeron mil veces,
pero nunca quise poner atención.
Cuando vinieron los llantos
ya estabas muy dentro de mi corazón.
Te esperaba hasta muy tarde,
ningún reproche te hacía;
lo más que te preguntaba era que si me querías.
Y bajo tus besos en la madrugada,
sin que tú notaras la cruz de mi angustia,
solía cantar:
Te quiero más que a mis ojos,
te quiero más que a mi vida,
más que al aire que respiro
y más que a la madre mía.
Que se me paren los pulsos
si te dejo de querer,
que las campanas me doblen
si te falto alguna vez.
Eres mi vida y mi muerte,
te lo juro, compañero,
no debía de quererte... no debía de quererte
y sin embargo te quiero.

II
Este adiós no maquilla un hasta luego,
este nunca no esconde un ojalá,
estas cenizas no juegan con fuego,
este ciego no mira para atrás.
Este notario firma lo que escribo,
esta letra no la protestaré
ahorrate el acuso de recibo
estas vísperas son las de después.
A este ruido tan huérfano de padre
no voy a permitirle que taladre
un corazón podrido de latir.
Este pez ya no muere por tu boca,
este loco se va con otra loca,
estos ojos no lloran más por tí.

III
Luego de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama,
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventana donde agarrarse. Soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme ya sabes dónde estoy...

(vivo en el número 7, calle melancolía)



Sabina es mi pastor...

martes, junio 03, 2008

Con la Frente Marchita.

Porque uno es torpe, torpe por sobre todas las cosas y no puede dejar de hablar desde la rabia, desde la pena, desde los cigarros, desde el alcohol, desde la desolación y la desilusión. Porque uno se encuentra terriblemente solo y después encuentra que es una tontera, que hay que limpiarse y dejar de hablar de Benedetti, dejar de leer a Onetti, que desespera a veces "Dejemos Hablar al Viento", que hay que dejar que termine de desaparecer la rabia que da el que no le hayan dado la cara a uno, que hayan arrojado tus fuerzas lejos, la rabia que da toda esta cobardía que una no eligió, que queda poco para eso, pero que de vez en cuando la rabia está y se va y está, pero por mucha rabia uno no es capaz de odiar, ese odio fascista no lo quiero para mí, por eso hay que dejar... hay que dejarse de llorar por la mierda, hay que dejar de emborracharse y si en estos días se hace inevitable, al menos hay que dejar de mirarse al espejo cuando uno ha llorado o cuando uno no contiene los espasmos que causan el nivel de alcohol de la noche anterior.

Porque uno no puede olvidar, por sobre todas las cosas uno no tiene esa capacidad y aunque uno "cruz pal' cielo que no lo pesco más, cruz pal' cielo que me olvido, cruz pal' cielo que sigo con mi vida...", uno sabe que es mentira y es que uno ni siquiera cree en dios y menos en las cruces pal' cielo, entonces uno no se olvida. Y así uno se descubre a las 5.30 de la mañana diciendo en voz baja Loco, loquito loco, pesadillo, longi de mi corazón, arcoiris, panqueque, cochinito, amor de mi vida, chinito, bonito... bonito y libre, regalón, mi puño izquierdo, flacucho... foquita flaca...¿Dónde estás?, ¿Dónde estás?, ¿Dónde decidiste estar?.

Entonces no hay como no volverse un poco loca todos los días, morirse de dolor un poco más todos los días. No hay forma, las tácticas de olvido yo no las manejo, me declaro torpe, incompetente, porque uno tampoco quiere estar borracha todos los días, gastarse las últimas monedas en cigarros, estar con una cara y con otra en una cama y en otra, no hay nada más lejos de ser capaz de algo así.

Porque uno está solo, solo por sobre todas las cosas.